El alivio que sintió al escuchar esas palabras que debieron
romperla le extrañó. No fue un sí, no fue un no, fue algo intermedio que
probablemente marcaría un gran cambio, casi un final. Pero, pensándolo más
detenidamente, era aquella afirmación la que llevaba días recorriendo su
cabeza, la que usaba como ánimo, a la que se aferraba.
Pese a todo, pese a saber cómo acabaría todo, si hubiera
podido hubiera vuelto al comienzo. Repetirlo todo, el placer y el sufrimiento,
el dolor y la alegría, la desesperación y la felicidad, era mejor que el vacío
que estaba por llegar. Pero… ¿Dónde estaba el comienzo? ¿En el día que supo de
su existencia? ¿En la noche en la que fue consciente de ello? ¿O en la noche en
la que dio el paso?
El día que lo conoció estaba muy lejos en el tiempo de todo
lo bueno y lo malo, había mucho vacío hasta llegar a allí. La noche en la que
dio el salto estaba muy cerca del final. No, quería volver a cuando se dio
cuenta. Ahí todo era más bonito. O eso decía su memoria.
En esos días residía inocencia, esperanza y determinación a que
nada de aquello pasara, no al menos tan pronto. Aun así, cuando tuvo la
oportunidad, la aprovecho. No se arrepiente de haberlo hecho, pese a que el
final no sea el deseado.
Se ha quitado una carga con aquella fatal frase. La carga de
la duda ha desaparecido. El resto sigue igual. Y el vacío volverá ahora que
nadie intentará detenerlo.
Realmente bueno...
ResponderEliminarGracias.
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