Somos como las vendas, la puñalada y el puñal.
Nos ayudamos a sanar las heridas, las que hicieron otros
y las que hicimos nosotros.
Somos el punto débil, sangrante hasta el final.
Somos un puñal de doble filo,
y nos dañamos, a ambos, cada vez que uno sale herido.
Y ya no sé qué hacer.
Si me voy nadie, curará tus viejas heridas.
Si me quedo, seguiré creando unas nuevas.
Y ya no sé qué creer.
Si me quedo, ¿ignorarás mis dolores?
Si me voy, ni sabrás de ellos.
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