sábado, 4 de octubre de 2014

Otoños mejores.


Debería deshacerme de esta vieja manta que provoca sarpullidos en mi pálida piel y ya ni siquiera abriga, pero cuanto más lo pienso más ganas de hundirme entre sus pliegues en busca de consuelo tengo, pues me acechan los recuerdos de un otoño mejor. Un otoño menos frío, menos solitario y más compasivo. Otoño con olor a un hogar en el que nunca estuve, pero que por un momento fue mío.


Tal vez, cuando llegue el invierno, cuando no quede nada vivo, pueda deshacerme de ella. Entonces los recuerdos dejarán de ser refugio cálido y opresivo para ser fría libertad. 

Las hojas no caen, pero sí la lluvia. El cielo ha decidido llorar las ruinas de mi viejo hogar y de mis agrietados muros. 


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