El tiempo pasa y nada cambia, y lo poco que lo hace es para peor. Pero seguimos adelante. Mientras haya luz, por pequeña que sea, mientras haya calidez, aunque sea la de una vela; incluso cuando todo lo que nos quede sea una cerilla que comience a quemar nuestros dedos. Seguiremos adelante mientras quede una pizca de vida en nuestros cuerpos, mientras hayan cosas que nos aceleren el pulso o nos calmen la respiración.
No se puede volver atrás más que al recordar, si lo haces que sea para aprender. Las ilusiones te empujarán hacia delante y te impedirán dejar de abrir los ojos, aunque estos lo vean todo negro y borroso. Caminarás aun sin suelo bajo tus pies y respirarás incluso cuando empieces a notar que realmente el oxigeno quema tus pulmones.
No sé tú, pero yo me agarraré a cada hilo, a cada clavo. A lo dulce y a lo amargo. No iré a dormir sin haber tenido al menos una sonrisa, de momento no he pasado ni una noche en vela, afortunada de mí. Y si mi último pensamiento es copia del primero, reiré y lloraré a partes iguales porque hay sangre roja corriendo por venas azules bajo mi blanca piel.
¿Qué más da el color de nuestros ojos? Somos todos iguales: escucharemos los consejos, y los ignoraremos, con suerte para acertar en nuestros locos intentos lograr improbables. Huiremos de los errores del resto hasta hacerlos nuestros.
Con el tiempo solo he aprendido que tras la medianoche todas las palabras se tornan retratos de almas, susurros de felicidad y gritos de desconsuelo, o carcajadas sobre los chistes más sucios. A estas horas, hay tantas opciones de soñar despierto como dormido, algunos hasta tienen pesadillas con los ojos abiertos.