jueves, 9 de abril de 2015

Lucha es nuestro deber.

¿Cuántos más habrán de caer para que el mundo se levante? ¿Cuántas voces habrán de quedar silenciadas para que el resto la alce? ¿Cuántas vidas más serán truncadas en nombre de la ignorancia y la opresión? ¿Cuántos futuros más se perderán en nombre de la intolerancia?

Hoy digo basta, al igual que ayer, al igual que mañana. Hoy digo basta, aunque no se me escuche. Hoy pido que el pasado no sea olvidado, que sus nombres queden gravados en piedra, escritos con fuego en nuestra memoria. Un fuego encendido con las llamas de sus almas que se apagan, que recorre mis venas y alumbra mis ojos.

Somos todos carne y hueso, efímeros, mortales. Pero aunque caigamos uno a uno, hay algo que prevalece; aunque las voces se esfumen, hay algo que no se acalla; aunque las vidas terminen, hay algo que permanece. Son ideas e ideales que se heredan y moldean, que me empujan a seguir a delante. Y seguiré a delante por los que ya se han ido y por los que aún no están, por su memoria y por su futuro. 

Porque he visto a la humanidad en su mejor y su peor versión y sé de qué somos capaces, porque hemos llegado muy lejos pero apenas hemos comenzado, porque uno ya es demasiado y porque demasiados parecen no ser suficientes; por eso digo lucha es nuestro deber.

Hoy suplico con un grito ahogado ni uno más, con la certeza de que mis plegarias serán ignoradas.