viernes, 11 de septiembre de 2015

Tropezando.

Se acumulan las ideas y no encuentro palabras que alcancen a expresar los dilemas y las pasiones que como quimeras asoman en mi mente pero no llegan a entrar. 

¿Pero acaso hay palabras para describir el vacío que de nuevo crece en mí? Ese que antes simplemente era, inmutable; ese que ahora se abre paso como cuchillas que desgarran. ¿Y cómo fingir sentir lo que no siento mancillando la única forma de completa sinceridad que me queda?

No hay forma ya de contar sin sonarme falsa, fría y distante. Incómodo y costoso se ha vuelto lo que antes más natural se sentía. Tras sus maltratos y ofensas, otra cosa no pude sino deshacerme de la musa que se volvía ya repetitiva y con su ausencia, sin sus lágrimas, se secaron los ríos de palabras.

A cada palabra bautizaré con el nombre de la frustración, pues las frases, como maquinaria oxidada tras años sin usar, se construyen lentas, a trompicones, temblorosas. Desespero forzando la paciencia y las ideas, espero rogando por la vuelta de la fluidez del viento, vetusto y aún vigoroso, fresco y suave; a mis escasas líneas.

Tal vez el otoño mate las hiedras que me aprietan. Tal vez en el invierno encuentre descanso. Tal vez con la primavera renazca el jardín lleno florituras pomposas.

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