domingo, 22 de junio de 2014

¿Qué es está sensación tan extraña? Es como si algo pegajoso y dulce hubiera inundado mi garganta y no me dejara hablar. Poco a poco va goteando a mi estomago y este se cierra.
Es un sentimiento resignado, melancólico, suplicante y dulce. Viene y me abraza por la espalda sin previo aviso, es molesto, agobiante, hasta que me giro y le miro a los ojos, entonces lo siento hermoso, hermoso y equivocado. Y cuando empiezo a aceptarle se marcha, para volver.
Me dan ganas de gritar "¡Haz lo que quieras! ¡Decídete ya!" al mundo mientras cruzo los dedos deseando que eso resulte en mi felicidad. Pero no puedo, no tengo voz, solo un sentimiento asfixiante que me agobia pero mantiene cálido mi corazón.
Lo prefiero, lo prefiero a la nada. Y más ahora, que creía estar a punto de dejar de sentir. Prefiero este sentimiento errado que me obliga a seguir, arrastrándome, a que el vacío me paralice.
Es dulce, meloso. Nunca me gustó sentir ese sabor en mi boca, que extraño que llegue a aceptarlo en mi mente. Quizá sea porque me recuerde a él. Él que es tan distinto a mí, mientras yo busco lo amargo, lo salado en la vida, el sueña con la dulzura de la muerte.
Por desgracia, cuando caigo consciente de que la estoy sintiendo y comienzo a aceptarla, las sensación desaparece. Cuando vuelve, toca empezar de cero: primero las ganas de llorar y cerrarse en un rincón, después las de arrastrarse y luchar, quejarse y arriesgarse a perder, y por último el pensar "Sigamos así, un poquito más, aunque duela.".
Y es que al final siempre pondré cualquier sentimiento antes que el vacío. Sea dulce o amargo, sea alegre o triste, melancólico o vital, agobiante o liberador. 
Cualquier cosa antes que ninguna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario