miércoles, 8 de octubre de 2014

Huid, pueblerinos insensatos, huid de este rey que ya no quiere gobernar. Cargará sobre vuestras espaldas el peso de su vacío, alimentará de vuestras cosechas su hambriento ego. La orca será el castigo de aquel que no alabe su decadencia. Acusará de traición a quien no bese sus pies.

Dejadle a solas con aquellos que se aprovechan de sus ojos muertos, aquellos que le vendan trajes invisibles y aquellos que le digan que son los más bellos que jamás vieron. Pues sus manos tienen el poder de convertir en pena todo lo que tocan, pero la maldición de este rey Midas no se romperá con el agua que correrá por vuestras mejillas y frentes. No sintáis pena por dejar el único hogar que habéis conocido, habrá uno nuevo al final del camino.

Tal vez recapacite, pero no volváis, este ya no es vuestro rey. Ya no queda orgullo que sentir, ni amor patrio por el que luchar. Sin vosotros no habrá más que tierras vacías, como su alma, muertas, como su mirada. Despojadas de todo lo que las hacía vuestras, ¿qué sentido tiene trabajarlas?

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