viernes, 23 de enero de 2015

Distancia.

Me entregué dulce y sincera, fui recibida con ternura y palabras que parecían escribir mi nombre en las estrellas. Cada noche me acostaba sobre almohada de sueños entre sábanas de promesas.
Éramos dos niños, solos y tristes, uno con heridas profundas, la otra con vendas y demasiado amor que dar. Éramos dos niños perdidos que se encontraron, éramos dos niños que miraron a los ojos de la distancia y creyeron poder vencerla.
Me acostumbré a tenerte tanto en tan pocas semanas, que cuando faltabas me faltaba la luz. Tu presencia y tu ausencia se mantenían en un precioso y delicado equilibrio.
Y se rompió. Se rompió algo en nuestro perfecto engranaje. Nuestro pequeño paraíso de bromas picantes y palabras de amor se volvió frío y distante. A veces parecía funcionar, pero no era más que unas gotas de lluvia en el desierto. Y me cansé de pasar sed por dar de beber a tu ego.
Me lloraste, te lloré, nos extrañamos cada anochecer, pero debimos saber que nada bueno se puede esperar al volver lanzar barcos rotos al mar.
Mientras el barco se hunde, yo trato de nadar, tú por el contrario como buena sirena a alguien lograste engatusar.
Miré para atrás y me arrepiento, se que pronto ambos os vais a ahogar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario