sábado, 3 de mayo de 2014

Palabras que deberían herir pero sanan.

El alivio que sintió al escuchar esas palabras que debieron romperla le extrañó. No fue un sí, no fue un no, fue algo intermedio que probablemente marcaría un gran cambio, casi un final. Pero, pensándolo más detenidamente, era aquella afirmación la que llevaba días recorriendo su cabeza, la que usaba como ánimo, a la que se aferraba.

Pese a todo, pese a saber cómo acabaría todo, si hubiera podido hubiera vuelto al comienzo. Repetirlo todo, el placer y el sufrimiento, el dolor y la alegría, la desesperación y la felicidad, era mejor que el vacío que estaba por llegar. Pero… ¿Dónde estaba el comienzo? ¿En el día que supo de su existencia? ¿En la noche en la que fue consciente de ello? ¿O en la noche en la que dio el paso?

El día que lo conoció estaba muy lejos en el tiempo de todo lo bueno y lo malo, había mucho vacío hasta llegar a allí. La noche en la que dio el salto estaba muy cerca del final. No, quería volver a cuando se dio cuenta. Ahí todo era más bonito. O eso decía su memoria.

En esos días residía inocencia, esperanza y determinación a que nada de aquello pasara, no al menos tan pronto. Aun así, cuando tuvo la oportunidad, la aprovecho. No se arrepiente de haberlo hecho, pese a que el final no sea el deseado.


Se ha quitado una carga con aquella fatal frase. La carga de la duda ha desaparecido. El resto sigue igual. Y el vacío volverá ahora que nadie intentará detenerlo.

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