domingo, 4 de agosto de 2013

Flores del desierto.




Quedaron hace tiempo las semillas enterradas en la arena. Después de tanto tiempo, siguen esperando.

De repente, cae una gota, y otra, y otra. Tip, tip, tip.  La arena seca se convierte en barro. Del desierto muerto nace un jardín. Salvaje belleza. Crecen rápidas las hiervas, las flores. Su vida es breve, deben ser veloces.

Esperaron meses, tal vez años, durmiendo bajo tierra. Mereció la pena. Ahora empiezan a salir unos brotes por allí, otros por allá. Cada instante son más altos. Por ahí, justo ahí, mira esa flor que se abre.

Rápido, rápido, pequeñas. No hay tiempo. Vuestra vida es corta, aprovechadla. Jardín de un minuto.

De nuevo, todo muere. Se cierran las flores, se caen las hojas. El viento trae arena, que todo lo cubre.
De nuevo, las semillas quedan enterradas bajo el manto dorado. Ya no hay barro, ya no hay verde. El tiempo trae una promesa.

Algún día, quien sabe cuándo, volverá a llover y el agua que cae despertará a la vida que duerme.

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